Felicidades Constitución
Así titula un tal Antonio Ballesteros Doncel, a la sazón abogado y escritor, el siguiente artículo que transcribo en su totalidad.
A mi me pareció muy interesante, entre otros, por los juegos de palabras que contiene. Hé aquí el artículo:
La leche, además de ser el alimento primordial de los mamíferos, tal vez sea a nivel coloquial uno de los términos expresivos más populares dentro del idioma español. Pero podemos asegurar sin temor a equivocarnos que las fábricas de leche más completas y fiables para el consumidor son las hembras paridas.
Como alimento natural es casi perfecto, como expresión coloquial es de una polivalencia asombrosa. La utilizamos generalmente para resumir sensaciones y conceptos que sin su presencia necesitarían bastantes adjetivos complementarios, y también como una forma diplomática de insultar, porque la medida del insulto queda a la imaginación del insultado que lo calibra más por el tono que por el contenido ambiguo. En ocasiones conlleva intenciones eróticas, pero incluso en esos casos continúa siendo suave en comparación con los términos empleados por quienes estiman que la libertad está lejos de los buenos modales y cercana al libertinaje grosero.
Es asombrosa su capacidad de adaptación a toda clase de sensaciones personales, entre otras utilidades podemos señalar que para ensalzar sucesos favorables decimos que son tan buenos como la leche sin tener que detallar sus bondades, mientras que si no merecen consideración decimos que nos importan tres leches, que es como un aumentativo del desprecio. Y cuando deseamos emitir juicios todavía más contundentes, empleamos la palabra releche, que es ya la máxima potencia de cualquier sentimiento. Incluso para definir a personas cínicas, faltas de conciencia, de malas entrañas y lenguas viperinas, decimos que tienen la leche negra, no con miras racistas, sino porque según creencia, el negro fue el color del demonio que representaba todas las maldades del mundo. Lo peculiar de estas expresiones es que las entienden todos los oyentes sin necesidad de explicaciones complementarias por parte de los ponentes.
Viene al caso este preámbulo sobre la leche como término polivalente para justificar la ausencia de calificativos altisonantes que merecen ciertos infractores del ordenamiento jurídico, marcado hace XXV años por la Constitución con mayor duración de la historia de España, pero sobre todo a los representantes políticos que juraron respetarla y no cumplen el juramento. Su vigencia ha proporcionado una bonanza social que comenzó con el borrón al pasado y la cuenta nueva del futuro, algo así como aceptar que los vencidos de ayer no sean los vencedores de hoy, ni los vencedores de ayer sean los vencidos de hoy. Por eso resulta extemporáneo desenterrar resentimientos que permanecen dormidos en mentes de todos los colores.
Pero a pesar del propósito que presidió la transición política, todavía surgen agitadores con mala leche que se aburren en la paz y se entretienen en revolver las aguas donde flota la convivencia social, y ese entretenimiento peligroso de corte deportivo, confirma que los peores enemigos de España somos los propios españoles. Menos mal que la sociedad actual, con mayor madurez por mayor cultura, desprecia cada día más a quienes surcan los caminos de la política sembrando odios, razón fundamental para que la paz siga su curso.
Sin embargo los agitadores de peor leche conocida son los nacionalistas excluyentes de zonas periféricas, que se adjudican el atributo de históricas como un distintivo clasista dentro del territorio nacional. Con semejante pedantería parecen menospreciar a otros territorios nacionales con historias mucho más relevantes que las suyas, y además mucho más solidarios con el resto de los españoles. Todo lo contrario que esos clasistas de cien mil leches, expertos en ordeñar riquezas en corrales ajenos, que pretenden ser los niños bonitos del barrio para desfilar desnudos de españolismo por las pasarelas del mundo. Para conseguir sus objetivos cuentan con una baraja de promotores con la leche negra y últimamente cuentan también con el refuerzo de un puñado de catalanes republicanos que quieren meter a Cataluña en el club de los bonitos, cuando en realidad ese club no contiene nada bonito, sino más bien ideas preocupantes.
No hay que remontarse mucho en el tiempo para encontrar un caso preocupante de egoísmo desestabilizador, porque ahora con la golosina de conseguir el poder político catalán que conduce hacia privilegios clasistas, los socialistas catalanes autónomos han metido al socialismo nacional en una dinámica de confrontaciones internas de mil pares de leches. Con ciertas actitudes parecen olvidar que los diversos criterios que traspasan las puertas de un partido son piedras lanzadas contra el propio tejado que ocasionan goteras a veces irreparables, y ese problema lo tienen encima personas que aspiran a conquistar el poder nacional.
Hace unos días la Constitución de la concordia, hoy de la discordia por obra y gracia de los llamados 'históricos' y sus palmeros, ha cumplido XXV años. La mayor parte de los españoles hemos celebrado su importancia mientras a los separatistas de moda les ha importado tres leches a pesar del amparo que supone para sus desvaríos. El desprecio ostentoso de esos torticeros de la historia estimula todavía más el interés por felicitarla en esas fechas coincidentes con la Natividad de Cristo, porque Cristo y la Constitución, con las lógicas diferencias, han sido dos redentores esperados que se hicieron realidad en sus respectivos momentos. Y si las leyes son iguales para todos, cosa que despierta unas dudas de la leche, esperamos que los chantajistas reciban una fuerte leche por parte de la legalidad como corresponde a cualquier trasgresor del orden constitucional.
Para los constitucionalitas el correctivo supondría un regalo de Reyes, que sería la releche de bueno.
¿Qué os parece?
Saludos.